Jesús fue soltero

5/23/2007

¿Qué aprendemos de la soltería de Jesús? ¿Cómo los solteros pueden servir mejor al Señor?

«Hermano Pablo -me dijo el joven -, yo no creo que pueda mas seguir siendo un soltero, ser soltero es demasiado difícil y si Dios no me provee una esposa no creo que pueda continuar en la iglesia por mucho tiempo».

Yo no creo que este joven esté aislado con la realidad que sienten algunos jóvenes cristianos hoy en día. Muchos comparten este sentimiento descrito por este joven, creen que ser soltero es un poco así como el purgatorio, un paso antes del cielo. Un precio muy alto que tiene que pagarse antes de ser feliz en el matrimonio.

Pero como dice el proverbio chino, «El matrimonio es como una fortaleza sitiada; los que están fuera quieren entrar a toda costa, y a los que están adentro les encantaría muchísimo salir de ella». En la práctica, el matrimonio, lejos de ser la solución de un problema es un problema pendiente de solución. Pero, algunos con mentes pueriles creen que para ser felices tienen que estar casados, que la soltería es una carga y que sólo los casados conocen realmente lo que es la verdadera felicidad.

Se creen minusválidos del placer, cojos de amor, ciegos de afecto y retrasados de cariño y se preguntan ¿quién me podrá amar así como estoy? Estos creen que algún día llegará una persona que no tiene estos problemas y los sanará de su enfermedad llamada soltería. Pero esta creencia está muy lejos de la realidad, una mentira ilusoria que lo dejará bien vestido y sin ningún lugar a donde ir.

Tenemos que mirar de hito a hito y entender que este tipo de opinión transmite un mensaje equivocado. El soltero puede llegar a creer que así como hay grupos de respaldo para alcohólicos, drogadictos y comelones anónimos; agencias en pro de la protección de víctimas y un sin número de grupos especiales, debe haber un grupo para victimas de la soltería .

Porque se cree que la única manera de obtener respeto y compasión hoy en día es declarándose una víctima y el soltero es abusado por la demora de su futura pareja. ¡Ridículo! Jesús fue soltero y al mismo tiempo Hijo de Dios y llevó una vida completa y sin lamentarse o quejarse el haberlo sido. Él no fue menos «hombre» porque no tuvo una novia o aún una esposa.

Por cierto una novia o esposa hubieran estorbado su misión aquí en la tierra. Imagínese usted a Jesús diciéndole a sus discípulos que no saldrían un fin de semana porque tenía una cita con su novia. O que antes de salir para Capernaum le preguntaría a su esposa si estaba de acuerdo. Que tenía que retener un viaje porque era fin de mes y tenía que pagar el alquiler de su casa.

Él tenía una misión que lo consumía, un trabajo que hacer que demandaba mucho de su tiempo, una vida con propósito y metas muy definidas. Este hombre soltero cambió completamente a la humanidad, sin su vida, la vida no fuera igual.

¿Cómo lo hizo? Porque no tenía compromisos fraccionados, su vida no estaba dividida en su misión y su novia o esposa. El apóstol Pablo nos dice que «...El que está soltero se preocupa por las cosas del Señor, y por agradarle; pero el que está casado se preocupa por las cosas del mundo y por agradar a su esposa, y así está dividido ».

Dios puede usar a un soltero para hacer el trabajo que muchos casados no pueden lograr. Y esta no es una desventaja, sino, como dice Pablo, una ganancia. El ministerio de Jesús tuvo mucho impacto porque tenía la libertad para viajar por mucho tiempo sin tener alguien a quien reportarse. Lo contrario a esto lo vemos en algunos de sus discípulos. Sabemos que algunos de ellos estaban casados; entre ellos está Pedro.

¿Se ha puesto usted a pensar en el sacrificio que tuvo que hacer la esposa de Pedro? ¿Qué de sus hijos? Su padre salió del hogar un día para ir a pescar y ya no regresó. No lo vieron por 3 años y medio. Y cuando llegaba era sólo por un corto tiempo para volver a salir.

¿Será que el padre de Pedro educó a sus nietos en la ausencia de su hijo? Eso tal vez resolvía un problema, ¿pero qué de su esposa? ¿Quién sustituía a su esposo? Dos cosas pasan aquí, ya sea se le fue dado un don de continencia después de casada o Dios trabajó mucho con su paciencia.

Déjeme hacerle otra pregunta, ¿Quién se encargo de las necesidades económicas de su hogar? Algunos de los solteros dicen: «Cuando me case voy a servirle mejor al Señor».

Pero el apóstol Pablo en los versículos antes citados indica que la soltería es el mejor tiempo para servirle mejor al Señor y desenmascara esta declaración dejando una mentira desnuda ¿y sabe la razón por qué esto no es cierto? Déjeme contestarla de esta manera, yo puedo identificarme con Pedro, y mi esposa creo que se puede identificar con la esposa de él.

Mi esposa nunca ha considerado el divorcio por causa de mi ministerio, ¿matarme tal vez? Pero nunca el divorcio. Creo que ella se identifica con el titulo del libro de Cathy Lechner titulado, «¿Por qué no lo mato y después le digo al Señor que se murió? », yo creo que este titulo describe mejor su reacción, pero nunca el divorcio. Pedro tenía dos prioridades, dos llamados, dos amores y una sola decisión. Por esto la soltería es mejor.

Usted puede usar todo su tiempo para hacer lo que miles de casados no pueden hacer por el Señor. Esto me recuerda a un joven que conocí en una de mis conferencias en Atlanta, Georgia EEUU. Este era un muchacho muy energético, muy popular por su pasión por Dios.

Camino al aeropuerto yo me atreví a preguntarle cuándo pensaba casarse. Con aquella seguridad me dijo: «Yo no me pienso casar todavía, hermano Pablo. ¿Por qué? ¿No ha llegado la muchacha ideal? -le respondí-. No, es qué antes de casarme -me respondió-, deseo comenzar ocho iglesias para el Señor. ¿Y cuántas has comenzado? -fue mi pregunta con cierta duda por causa de su edad-. Ya llevo cuatro...», me dijo con una sonrisa en sus labios. Para mí fue un buen testimonio de cómo sacarle el mejor provecho a la soltería.

Otra característica que vemos en la soltería de Cristo Jesús es el hecho que Él pudo usar todos sus recursos para su labor. Él no estaba interesado en comprar nuevas cortinas para la sala de su casa.

No corría a la tienda para competir con la familia Fernández para ver quien tenía la mejor casa. Ni estaba gastando su dinero para impresionar a las chicas. Su vida fue muy humilde, fue esta dedicación de todos sus recursos al trabajo de Dios que lo llevó a decir, «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza ». Todo lo que tenía lo andaba puesto.

Lo que aprendemos de esto es que los solteros pueden usar sus recursos económicos para ayudar a otros o para la obra del Señor. Lo lamentable de hoy en día es que vemos a muchos solteros en bancarrota porque su preocupación y enfoque está en encontrar una esposa, y para lograrlo se van y se compran un carro nuevo, ropa de viñetas o diseñadores, pagan cenas costosas y regalos para impresionar a las muchachas. Su enfoque redunda en el «noviazgo» y nada más.

Para ser justo creo que vale la pena añadir esto. Yo creo que el joven debe de arreglarse bien, lucir bien y desear superarse, pero muchos en vez de ir guardando dinero para cuando llegue la chica ideal y poderle comprar una casa lo malgastan en simples apariencias sin planear para su futuro. Finalmente, ¿Qué aprendemos de la soltería de Jesús?

Primero que el soltero puede hacer un impacto aún mayor por no tener responsabilidad de matrimonio.

Segundo, que el soltero puede usar mejor su tiempo en las cosas del Señor y tercero, que sus recursos pueden ser de beneficio a otros.

No se sienta como una víctima por no estar casado, use lo que tiene para la gloria de Dios y para hacer un impacto en la vida de otros, recuérdese, Jesús fue un soltero que revolucionó el mundo, ahora él le dice: «Ve, y haz tú lo mismo» (Lucas 10:37).

Sacrificio versus privilegio


Para el mundo, la vida es una carrera en busca de prestigio. Para nosotros que somos cristianos debe ser una de servicio.

En teoría lo tenemos claro, pero ¡cuánto nos cuesta aplicarlo a la vida de nuestras iglesias y ministerios! Algunos ministros parecen sentirse estrellas de Hollywood; ni hablar de algunos músicos cristianos, sobre todo en los lugares donde alcanzan mucha popularidad.

Debemos reemplazar esta tendencia al exitismo por el estilo de Cristo. Desde el primer acto de su vida hasta el último se caracterizan por la humildad y el servicio. Nacer en un establo de Belén fue todo un antecedente para marcarnos su camino.

Su vida y ministerio estuvieron caracterizados por la entrega sacrificada y, por si nos quedaba alguna duda, murió en una cruz sacrificándose por nosotros.

Lo más claro que dijo Jesús respecto al privilegio fue cuando la mamá de Jacobo y Juan se acercó a él para pedirle que sus hijos se sentasen a su izquierda y su derecha cuando viniese en su reino. Jesús llamó a los discípulos al fueguito y les dijo:

El que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así como Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Mateo 20:26-28

El apóstol Pablo entendió lo que Dios pide, y por eso daba este testimonio:
Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejantes a él en su muerte. Filipenses 3:10

¿Participar en sus sufrimientos? ¿De qué está hablando Pablo? De sacrificio. En nuestra cultura del placer y la gratificación instantánea hemos tratado de borrar esta enseñanza bíblica.

A veces la borramos concientemente cuando hablamos desde el púlpito porque no suena muy atractiva para nadie, y menos para nosotros que debemos dar el ejemplo. Preferimos hablar de Dios como si fuera Papá Noel que le trae regalitos a los que se portan bien.

Cuando James Calvert fue como misionero a los caníbales de las Islas Fidji, el capitán del barco trató de convencerlo de que era una locura lo que estaba haciendo: “Perderá su vida y la vida de aquellos que están con usted si van a predicarles a esos salvajes”. Pero Calvert le respondió: “Nosotros ya morimos antes de venir aquí”.

¡Guau! Calvert sí que entendió las palabras de Jesús, cuando dijo:
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa y por el evangelio, la salvará. Marcos 8:35

Quizás estés pensando que esto es muy extremo y peligroso. ¡Te doy la bienvenida al cristianismo! Si queremos estar siempre pendientes de nuestros privilegios y de salvar nuestro pellejo, vamos a perder nuestra vida cristiana. No estoy hablando de salvación pero sí estoy hablando de vida, verdadera vida.

David estuvo dispuesto a sacrificarse cuando fue a enfrentar al gigante. Puso en juego su reputación, su integridad física y su futuro. Saúl, en cambio, estaba enamorado de los privilegios; por eso no salió del campamento: estaba muy cómodo con sus títulos y su cortejo.

Para salir del atasco espiritual, social, económico o intelectual uno debe sacrificarse, debe pagar un precio. Lo mismo es cierto para la iglesia. Para que haya vida nueva conforme a lo que Dios quiere, tú y yo debemos estar dispuestos a sacrificarnos.

Dios espera que renunciemos a nuestra comodidad y a la búsqueda de privilegios y que vivamos por compasión a los que necesitan de Dios y por amor del nombre de nuestro Señor. El servicio sacrificado es una ventana al cielo que siempre debe estar abierta.

Tomado del Libro: Viene David

Consecuencias de una mala imagen de uno mismo


Nuestra autoestima es una de las cosas más importantes que poseemos. La autoestima influye en nuestra felicidad personal o en la falta de ella

Establece las fronteras de nuestros logros y limita nuestra realización. Si nos creemos poco en Cristo lograremos poco, pero si creemos positivamente, somos más capaces de alcanzar nuestro potencial en Cristo Jesús.

Tenemos una mala imagen de nosotros mismos cuando no nos podemos escapar de las actitudes e ideas negativas que tenemos de nosotros mismos. Si vivimos con éstas, entonces tres cosas tienden a suceder:

1. Nos falta confianza en nosotros mismos.
2. Somos incapaces de descubrir nuestro propósito en la vida.
3. Recibimos un sentimiento de rechazo, fracaso e inseguridad.

La mayoría de las personas intentan esconder quiénes son realmente porque sufren de estas cosas. Se ponen una máscara y esperan que la gente no descubra la persona real que hay debajo.

Algunas de las cosas que tales personas hacen para encubrir los problemas subyacentes, incluyen:
- Ser unos”bocones” para cubrir la falta de confianza en sí mismos.

- Andar con el grupo de moda “in” para cubrir su inseguridad.
- Sentirse inferiores, tímidos y reservados porque creen ser un fracaso.

Muchos de nuestros problemas sociales hoy día pueden surgir de una mala imagen de uno mismo; por ejemplo, alcoholismo, drogadicción, actividad criminal, rebelión, abuso de sexo, rotura matrimonial, vandalismo, violencia, etc.

Podemos engañar a otros, pero no podemos escondernos de Dios. El sabe quiénes somos, por tanto, no intentemos escondernos de El. Necesitamos entregar nuestras vidas en Sus manos y morir a nosotros mismos. Luego necesitamos vivir como El nos ve.

Tomado del libro Los fundamentos de la vida cristiana

Tesoro Consagrado


No saquemos jamás los tesoros consagrados de la casa de Jehová para apoyarnos en algo más


Llegó el momento. Han pasado varias decisiones como esta, pero algo le hace pensar que al salir del salón no será el mismo. Cada vez late con más fuerza su corazón, impulsado por un conflicto interno, y desesperado al no hallar la respuesta…

Entra al salón, y el asiento exageradamente helado le hace despertar y, por breves instantes, recordar donde se encontraba: Examen de grado para su Licenciatura.

Voltea para sacar un lápiz, y la curiosa mochila anaranjada trae a su memoria todo lo que vivió la noche anterior: mientras visitaba a su madre en el hospital, Dios lo llevó a hablarle a una enfermera de turno, y el proceso de liberación de los paradigmas que el diablo había puesto en ella tomó casi toda la noche; pero fue libre de su esclavitud.

Y lo que concluyó el racconto que estaba viviendo fue la lapicera gastada por las semanas de repaso intensivo que acarreaba desde hacían dos meses. Dos meses donde se aisló casi de todo, inclusive de Dios.

Luego rinde el examen, el cual concluyó al cabo de seis horas.

Totalmente agotado, toma el metro de vuelta a su casa. Por inercia saca la Biblia que lo había acompañado por toda su vida universitaria. Pero esta se abrió casi sola, y un pasaje subrayado saltó a su vista: la historia del rey Asa. Y verso tras verso, las lágrimas comienzan a correr por su cansado rostro…

“Asa fue un rey de Judá, y Dios lo consideró de corazón perfecto. Solo tubo una falla: cuando Israel le declara la guerra, este rey decidió enfrentarla de manera distinta a la ocasión anterior, en la que, confiando en Dios, derrotó a un ejército de 1.000.000 a pie y 700 carros etíopes.

Lo que hizo fue tomar los tesoros que había consagrado al templo de Jehová y enviarlos de regalo al rey de Siria, para que se aliara con él y atacara a Israel por la espalda.

Luego gana la guerra y se lleva un botín, pero es reprendido por un profeta, el que le dice que Dios le habría entregado no solo Israel, sino también Siria, si se hubiese apoyado en Jehová en vez de buscar ayuda en otro rey.”

Con pesadez saca su agenda, y rememora el compromiso que había tomado con Dios al iniciar su carrera: buscarle siempre a Él primero, consagrando un tiempo diario como su “tesoro” para Dios.

Si, había fallado a su promesa, se había apoyado en desarrollar al máximo sus conocimientos para el examen de grado, abandonando el tiempo que le había destinado a Dios.

Pero algo brilló en su interior, una luz de esperanza proveniente del Creador: Asa siguió enojado hasta la muerte, mientras que él estaba totalmente arrepentido y dispuesto a cambiar, a recuperar los tesoros que había regalado y devolverlos al lugar que les corresponde.

Ya en su habitación, dobla las rodillas frente a su cama y más lágrimas caen, pero ahora vienen cargadas de una mezcla de arrepentimiento y felicidad.

Este chico rescató y devolvió los tesoros que ya le había consagrado a Dios; y cada uno de nosotros también los tiene: nuestro tiempo, dinero, abstinencia o pactos personales.

No saquemos jamás los tesoros consagrados de la casa de Jehová para apoyarnos en algo más. Y si ya lo hemos hecho, rescatémoslos y devolvámoslos al lugar que les corresponde.

La confesión del hijo prodigo

Su rostro jovial y sano se afeó con las huellas del pecado y el vicio.

Quisiera referirme a una confesión de pecado que ha pasado a la historia como el epílogo de una de las más cautivantes y humanas parábolas que contara a los hombres el incomparable Maestro de galilea.

La escena campestre es pletórica de matices, el dualismo de las personalidades en conflicto está dado por la presencia de dos hermanos cuyas actitudes e ideales son marcadamente dispares. Uno se aferra a su mundo y crece en la dulce compañía de sus mayores.

El otro en cambio, aspira a forjarse independiente, su petulante concepto de sí mismo lo lleva a despreciar a quienes ponen todo su amor y voluntad en darle un hogar, se siente hombre sin serlo y ante la angustia de la madre y la sorpresa inescondible del padre, pide la parte de la herencia que le pertenece para marcharse a conquistar un mundo y mostrarse a sí mismo que él solo se basta.

Además, la faena del campo no es para una personalidad de sus quilates, el placer de los deleites humanos no se nutre junto a un arado, está cansado de privaciones y moral retrógrada, él es un joven trivial y quiere vivir lo que a su juicio es una vida en plenitud.

El camino que lo separó de su hogar lo recorrió en alas de sus sueños. Ya en la ciudad distante conoció sin reservas. Su rostro jovial y sano se afeó con las huellas del pecado y el vicio.

Sus reservas monetarias se diluyeron en noches de desenfreno, las primeras dificultades golpearon a la puerta de su egocéntrica experiencia. Las semanas subsiguientes el cuadro se agudizó, con la moral desmoronándose buscó inútilmente trabajo.

La crisis en que vivía lo llevó a pisotear su orgullo, a menoscabar sus sueños de pueril grandeza, bebiendo el último sorbo de amargura, se ensució en el lodo de un chiquero, teniendo por compañeros los cerdos y los recuerdos del hogar y la pureza pedida.

Pero allí no terminó el relato. Jesús nunca dejo a un hombre en el fango, y el último acto de aquel drama oriental es el más sublime. En medio de su derrota, el joven despertó de su letargo y sintiéndose por primera vez realmente hombre, expresó su voluntad de regresar a sus privilegios perdidos.

Apoyado en la esperanza de una restauración emprendió el sendero de vuelta al hogar. Allí no lo habían olvidado y, cuando su figura triste se perfilo en la distancia, los brazos del padre se abrieron en una sublime expectativa. Por fin dio los últimos pasos que lo separaban y con lágrimas en los ojos abrió sus labios para confesar: “He pecado contra el cielo y contra ti”.

Este relato tan humano fue usado por Jesús para ilustras la historia del hombre y Dios. Tú y yo hemos tenido la oportunidad de elegir un camino tal vez queriendo probarte a ti mismo que podías vivir sin él, te has alejado de su bendición y compañía.

Pero en la convulsión de un mundo agitado de pasiones encontradas, has ido gastando tus recursos y hoy, con la fe desmoronada y la experiencia manchada, has sentido la triste evidencia de un sendero que invisible pero cruel te separa de Dios.

Pero no desmayes, Cristo, el mismo que relató esta historia, dijo a los hombres: “Yo soy el camino”. Si en esta hora reúnes la suficiente energía moral como para decir:

Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, “He pecado contra ti, puedes tener la seguridad que más allá de tu horizonte los brazos de tu Creador te aguardan para perdonarte y restaurarte.