Reprobado en Paciencia
Por Francis Montás.
Lo que estoy diciendo, es que me he formado algunas expectativas con los jóvenes a los cuales Dios me ha dado el privilegio de servirles en la pequeña iglesia que pastoreo. Me esfuerzo y espero que el resultado sea el mismo que he planificado. Aritméticamente parece que estoy en lo correcto. El problema es que de nuevo en cualquier momento la realidad viene y…Zass! Las cosas no salen como las espero. De golpe, se caen algunas expectativas. Y... ya saben. Vienen los berrinches, los pataleos normales, lanzarle preguntas a Dios; ah, y de paso, como quien no quiere la cosa, le dejo una amenaza encubierta con una muy piadosa oración…”Si tu quieres puedo hacer otra cosa. Total, esto lo hago por Ti”.
Ya me ha ocurrido tantas veces que perdí la cuenta. Reflexionando acerca de esto me doy cuenta que el problema tiene que ver exclusivamente con las expectativas que YO (Así en mayúsculas para maltratar el ego, je,je,je) tengo sobre los jóvenes a quienes sirvo. Lo que estoy diciendo es que, cuando en esos jóvenes no se cumplen las expectativas que tengo, soy capaz de enojarme y mucho. Me cuesta entender que no siempre en el ministerio 2+2 es igual a 4.
Los que trabajamos con adolescentes y jóvenes podemos caer en la tentación de olvidar que los resultados generalmente van lentos. Nos emocionamos cuando vemos a los jóvenes con gran fervor en la más reciente reunión juvenil; pero luego nos desplomamos cuando descubrimos que el fervor de la semana pasada se fue a una disco en extremo venenosa y nos dejó esperando con todo y la responsabilidad que tenía en la iglesia. O simplemente cuando descubrimos que una parte de los jóvenes para quienes planificamos un excelente programa, se quedaron en casa viendo en la tele el electrizante partido de béisbol que pasaban esa noche (En mi país el béisbol es el deporte rey) y no podían perderse a sus jugadores y equipos favoritos.
Lloramos de alegría cuando notamos lo rápido que avanzan en el discipulado y nos cuentan sus testimonios; y volvemos y lloramos junto a ellos cuando nos confiesan “Soy muy débil, no pude ser fiel a Dios, no puedo controlar mis deseos, lo siento, fallé otra vez...”
Por más que avanzo en el ministerio muchas veces olvido que la mejor expectativa es la de Dios, no la mía. El mejor resultado sigue siendo el que Dios empuja, no el que yo pujo. El más grande crecimiento es el que Dios sopla, no el que estoy halando. La madurez perfecta es la que Dios planificó en Cristo, no la que planifico saturando a los jóvenes con mis conocimientos. El mejor programa es donde está Dios, no donde estoy yo.
Y para avergonzarme mas, llega a mi mente una preguntita: Francis: …Y tu, ¿Estas cumpliendo las expectativas de Dios?
Oh, mi Dios, que fuerte! ¡Tumba eso!
Algunos líderes pensamos que nuestra cuenta con el Señor corre separadamente. Ignoramos que mientras Dios trabaja con los que lideramos, nunca se detiene con nosotros. Al mismo tiempo estamos siendo procesados. Todos estamos en el bote, en la misma noche de tormentas y mar tempestuoso. Y solo Jesús es el capitán.
El ministerio con los jóvenes requiere que sus líderes se ejerciten en paciencia. Mucha paciencia y perseverancia. Total, alguien más esta teniendo esa clase de paciencia con nosotros. Por eso, aún estamos aquí. “Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”. Heb. 12.1(b). “Porque es necesaria la paciencia para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa”. Heb.10.36
Francamente, si lo pensamos bien, los líderes no somos tan diferentes de nuestros chicos y chicas. Así que mientras esperamos con paciencia resultados en ellos, oro y espero que no perdamos la paciencia con nosotros mismos cuando nos toque responder la pregunta ¿Estas tu cumpliendo con las expectativas de Dios?
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